jueves, 26 de julio de 2018

Stalker y los tontos de Dios

Hoy por fin vi Stalker de Tarkovsky.
No diré nada nuevo sobre una película tan icónica como ésa, por supuesto, sobre todo si no he leído el libro en el que está basado el filme. Así que me limitaré a enumerar apenas algunos elementos que aún permanecen resonando en mi cabeza:

1. El tono dostoiveskiano en las interminables reflexiones entre el Profesor y el Escritor, que en varias ocasiones me recordó a Los hermanos Karamazov.

2. El hecho de que el stalker encarne el concepto de “los tontos de Dios”, tópico judío que, si no recuerdo mal, establece que en todo el mundo existe un puñado de personas puras de corazón, y que son quienes aplacan la ira divina, que de otra forma ya habría desencadenado la catástrofe final sobre los seres humanos,

3. Los deseos pueden ser una maldición, o al menos pueden carecer de utilidad una vez que se está en el umbral de su realización; y

4. Dos frases que intercambiaron el Escritor y el Profesor, y que transcribo de memoria, por lo que podrían no ser exactamente así: “Mi conciencia quiere que triunfe el vegetarianismo, pero mi subconsciente anhela devorar una carne jugosa”, y “Lo que se conoce como «pasiones humanas» no es más que el roce del alma con el mundo exterior”.

Es todo. Aunque también sé que no es todo.

lunes, 16 de julio de 2018

Tres años


1,096 días desde que una nocturna llamada telefónica dejó una tristeza, implacable aguja traspasando, literalmente, mi corazón,

26,280 horas y contando desde que la vida giró el timón hacia el desamparo, el miedo y la resignación,

Más de 1 576,800 minutos desde el lóbrego nacimiento de un yo sin ancestros que respiren junto conmigo sobre la faz de la tierra,

Más de 94 608,000 segundos desde una cuenta regresiva que culminará no sólo con preguntas que jamás tendrán respuesta, sino con respuestas que ya no necesitarán preguntas.

Y mientras tanto el alma, que no se crea ni se destruye,
solamente vagabundea...