
En abril de 2004 llegamos en tren a Fez desde el puerto de Tanger, de donde escapábamos de un dealer de hachís que se había ofrecido como guía de turistas... En esa ciudad, que aún conserva un aire medieval basante pronunciado, compramos contra nuestra voluntad un par de magníficas alfombras bere-bere, cada persona quería (y casi siempre conseguía) arrancarnos algo del poco dinero que llevábamos encima, dormimos en un hotel de escasa categoría en donde compartíamos un baño lúgubre con el resto de cuartos del piso y un taxista nos miró sombríamente cuando nos negamos a darle más dinero del que habíamos pactado en un principio.

La cámara a la altura del estómago

Se veían pasar las sombras

Husmeando en la mezquita aljama Qarawiyin
2 comentarios:
He visto que eres un viajero empedernido, dotado además con el don de comunicar el misterio de los viajes. Me ha seducido lo hirsuto de Fez. Sería bueno que mostraras más de tu viaje y no callaras tanto. Además, sintonizarías con la tradición de los viajeros exotistas del siglo diecinueve. En mis viajes, siempre en torno a las mismas tierras, hago descubrimientos sorprendes; cuánto podrá referirse entonces de las aventuras allende los mares...
Maykel, es una sorpresa encontrarte por acá, en este texto relativamente lejano... tienes razón: soy una especie de nómada moderno incluso cuando permanezco en esta ciudad interminable, ya no digamos cuando logro sustraerme de ella; sin embargo, el exotismo del que hablas se podría aplicar a mí mismo como viajero más que para hablar exóticamente de otros lugares, ya sabes, la mirada es la que engendra a la escritura...
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