lunes, 9 de abril de 2012

Flores silvestres



Así te fuiste:
entre lamentos y trompetas fúnebres,
con la mirada ciega apuntando al cielo,
un puñado de negras palabras crispadas en las manos.
Nunca hubo tantos cielos nublados a pleno sol,
ni siquiera cuando todos supimos
de la aciaga profundidad de tu abismo.
Poco podíamos imaginar de lo que callabas:
la circunspección sagrada de quien se encamina
hacia su propia muerte,
un silencio preñado de ignotos senderos
que cada quien andará cuando suene su hora;
pero, ¿qué podíamos decirte sin que sonara estúpido?
¿Quién tendría el descaro de darte consuelo?
Dolía mirar tus ojos y saberte tan lejos,
en ese lugar de ensueños incandescentes,
invisibles para las voces pedestres.
Pero ya iremos tras de ti, no te preocupes,
la soledad que hoy nos obsequias
será una vastedad de presencias
en las próximas décadas:
cuando la materia corrupta que nos envuelve
regrese al fuego oscuro que la hace sinuosa
y nuestra osamenta ostente el fulgor de la luna;
cuando entre las piedras que nos cubran el rostro
asomen la hierba y las delicadas flores silvestres
que entonarán nuestras sonrisas
como un sueño sin retorno.