jueves, 8 de mayo de 2008

Regresar al paraíso

Marini es un nostálgico. Observa la isla suspendida en el azul casi negro del océano y lo que mira en realidad es una tortuga petrificada en el momento de ir emergiendo del agua. Una manera circular de ver la eternidad y el paraíso: el lugar anhelado por siempre. Su oficio le permite disfrutarla de manera más o menos regular, por lo general al mediodía, cuando el avión con ruta Roma-Teherán cruza por encima de las islas Cícladas en el mar Egeo. Entonces, durante ese minuto que dura la contemplación, todo pierde importancia, Marini aparta la sonrisa seductora, profesional, deja de atender a los pasajeros del vuelo y se inclina sobre la ventanilla de la cola, hasta “sentir el frío cristal como un límite del acuario donde lentamente se movía la tortuga dorada en el espeso azul”. La isla entonces simboliza un sueño: el regreso a la esencia básica del hombre, vivir únicamente con lo necesario, la pesca, el mar, el cielo; sin las ataduras del mundo civilizado.
Pero Cortázar no bosqueja el relato únicamente con los pinceles de la filosofía, juega además con distintos niveles de realidad, con el azar, con el Destino y sus ironías implacables. Y es por eso que llevará a Marini a experimentar con ese anhelo hasta sus últimas consecuencias: llegará a conocer la isla de cerca, respirará sus olores, sentirá su sol, sus vientos, sus aguas; y en el momento en el que esté más cerca de la felicidad, planeará incluso permanecer allí hasta el fin de sus días. Y es que, ¿qué más se puede necesitar cuando se han desterrado los fútiles deseos del alma?
Sin embargo, todo es una trampa; Cortázar sabe que el paraíso es búsqueda, por tanto, siempre resultará inalcanzable. Y se lo hace saber brutalmente a su personaje, usando la sustancia de su propio sueño: en un juego donde la realidad estará situada en medio de un cuarto de espejos, Marini se encontrará con que detrás de su anhelo de fuga hay algo que se dirige directamente hacia él: un reflejo, una caída, su propia muerte. Nuevamente el paraíso se pierde. Seguirá manteniéndose sólo como vislumbre.
De todas maneras, no será la primera vez.

Sobre el cuento "La isla al mediodía", de Julio Cortázar, en Todos los fuegos el fuego, Alfaguara. México, 2000.

8 comentarios:

Roxana dijo...

Los libros que nos hacen reflexionar...
...eso es lo que más me asusta, alcanzar algo es asasinar un deseo... y la vida es un mosaico de ansias...

Alexia Lefebvre dijo...

Tantas veces hemos perdido el paraíso por alcanzarlo.Me parece que los cuentos de Córtazar han resbalado en un lento olvido. Es una pena, es uno de los mejores cuentistas de la historia. Saludos.

silv dijo...

Sumergirse con la isla tortuga...

Pase a visitar tu blog, soy Silv de "lugar de olvido". Que estes bien

Gustavo López dijo...

pág. 118
Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.

pág. 225:
Marini miró su reloj pulsera y después con un gesto de impaciencia, lo arrancó de la muñeca y lo guardó en el bolsillo del pantalón de baño. [...] Se dejó caer de espaldas entre las piedras calientes, resistió sus aristas y sus lomos encendidos, y miró verticalmente el cielo; lejanamente le llegó el zumbido de un motor.

A partir del juego de analogías que hace Cortázar me pregunto por el destino del reloj pulsera. ¿Será también como los olores del tomillo y de la salvia una misma materia con el fuego del sol y la brisa del mar? En 62 modelo para armar Cortázar escribió que jugar «a las esquinitas es muy divertido a los ocho años, pero más tarde tiende a resultar exasperante, y así vamos todos.»

La ninfa dijo...

A mi juego me llamaron.
El grupo se detenía bajos los árboles de mitad de cuadra e improvisaba sobre el rectángulo de la vereda el juego de las esquinitas- Cuatro jugadoras ocupaban los ángulos de la vereda y otra se ubicaba en el centro, en el cruce de las dos diagonales imaginarias. Las niñas de las esquinas intercambiaban posiciones a la carrera, desplazándose a lo largo o en diagonal, y el "centro" trataba de ubicarse a su vez en uno de los ángulos circunstancialmente desocupados. La niña que quedaba sin lugar debía ocupar, a su turno, el centro. Cuando se insinuaba el cansancio se jugaba a las estatuas, para lo cual se ubicaban en fila, de espaldas a la pared.
Más en: Historia / Juegos Tradicionales de Argentina > Retablo de los juegos infantiles:
http://www.acanomas.com/Historia-Juegos-Tradicionales-de-Argentina/1348/Retablo-de-los-juegos-infantiles.htm

Todos queremos a Cortázar como al paraíso perdido... y el reloj de Marini, linda pregunta... seguramente intentando ubicarse en alguno de los ángulos desocupados de la historia, de la isla o de la eternidad.

Víctor Sampayo dijo...

Roxana, "alcanzar algo es asesinar un deseo", creo que es total y dramáticamente cierto.

Alexia, es cierto que a pesar de que Cortázar ha sido uno de los autores latinoamericanos que más ha experimentado con el cuento, es más conocido por una o dos novelas, aunque magníficas también.

Silv, por supuesto que te he leído en el lugar de olvido y te agradezco que te hayas dado una vuelta por aquí.

Gustavo, siempre puedo confiar en la multitud de referencias con las que iluminas ciertos temas, y de hecho con tu comentario recordé las "Instrucciones para dar cuerda a un reloj", en donde se menciona que el reloj no es un regalo para uno, sino que uno es el regalo del reloj...

Ha sido un placer leer tu comentario, ninfa, y espero verte nuevamente por aquí.

Saludos y abrazos a todos y todas.

Maykel dijo...

Este Marini me recuerda algo de Borges: "los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos". Me halaga mucho que Cortázar haya situado el posible paraíso en una isla precisamente porque después de alcanzado ya deja de serlo y hay que buscarlo en otra parte.
Paradiso se titula la inolvidable novela de José Lezama Lima, uno que pensaba que la poesía -también el paraíso- posee una esencia escurridiza, siempre inapresable, a veces enemiga. Ahora mismo no me extraña que Lezama y Cortázar fueran tan amigos.
Saludos, Víctor.

Víctor Sampayo dijo...

A propósito de la amistad entre Lezama Lima y Cortázar, Maykel, recuerdo la polémica entre la edición de Paradiso revisada (y modificada en cuanto al número de comas) por Cortázar, cuyo ritmo de lectura era totalmente distinto al ritmo asmático de Lezama Lima. En fin, nada que la misma amistad no pudiera arreglar.
Saludos.