¿Qué más me queda por decir? Quizá abundar brevemente en la curiosa manera en que Benjamin rastrea los orígenes míticos del arte. Me explico. Si retrocedemos nuevamente hasta el estado paradisíaco, veremos que el hombre gozaba de una perpetua bienaventuranza mientras residía en el “lenguaje puro”, y asimismo era bienaventurada la naturaleza, aunque en un grado inferior por haberla nombrado el hombre. Ahora bien, la naturaleza es muda, o al menos lo es respecto a nuestra concepción de “lenguaje”, y una vez expulsado el hombre hacia la apertura del mundo y retirada la bendición de sus hombros, arrastra consigo su referencia con la naturaleza. Dios maldice el campo, y allí el anterior mutismo adquiere el tono de un lamento. La naturaleza se vuelve triste por la adjudicación del lenguaje, por su propia mudez y por la sobrenominación resultante de las múltiples lenguas humanas, todas igualmente marchitas con respecto al “lenguaje puro”, y todos los nombres que de ellas emanan más cercanos al “apodo” que al nombre propio con que fue creada. Pero no es gratuito que Benjamin hable de “lamento” como único discurso posible de la naturaleza, ya que considera que el lamento es “la expresión más indiferenciada e impotente del lenguaje”.
Sin embargo, así como la extensa variedad de lenguas engendró la multiplicidad de apodos para las mismas cosas, el misterio del mutismo de la naturaleza derivó en su imitación por medio de los materiales que ella misma proveía. Y así puede haber momentos en que el lenguaje de la pintura y de la poesía se pueden fundir en el lenguaje original del hombre: “Para acceder al conocimiento de las formas artísticas, basta intentar concebirlas como lenguajes y buscar su relación con los lenguajes de la naturaleza”. [1]
Como suele suceder con las paradojas, al final uno descubre que la serpiente siempre ha estado mordiéndose la cola, es por eso que termino estas reflexiones con una frase de Benjamin que, a mi parecer, engloba gran parte de lo comentado anteriormente: “Lenguaje no sólo significa comunicación de lo comunicable, sino que constituye a la vez el símbolo de lo incomunicable”. O también: es la continua evolución del “ahora” pero al mismo tiempo es el recordatorio de su origen: el nombre creador, el legado y el juicio.
Sin embargo, así como la extensa variedad de lenguas engendró la multiplicidad de apodos para las mismas cosas, el misterio del mutismo de la naturaleza derivó en su imitación por medio de los materiales que ella misma proveía. Y así puede haber momentos en que el lenguaje de la pintura y de la poesía se pueden fundir en el lenguaje original del hombre: “Para acceder al conocimiento de las formas artísticas, basta intentar concebirlas como lenguajes y buscar su relación con los lenguajes de la naturaleza”. [1]
Como suele suceder con las paradojas, al final uno descubre que la serpiente siempre ha estado mordiéndose la cola, es por eso que termino estas reflexiones con una frase de Benjamin que, a mi parecer, engloba gran parte de lo comentado anteriormente: “Lenguaje no sólo significa comunicación de lo comunicable, sino que constituye a la vez el símbolo de lo incomunicable”. O también: es la continua evolución del “ahora” pero al mismo tiempo es el recordatorio de su origen: el nombre creador, el legado y el juicio.
[1] Es necesario condescender un poco ante esa manera de entender el arte, y que ahora podría parecer ingenua o anacrónica si la intentamos adaptar al quehacer artístico posterior por casi cinco décadas al texto de Benjamin (recordemos que el ensayo es de 1916): happening, performance, instalación, arte sonoro, etc.
*Las cinco entregas de "La soledad de las lenguas", publicadas en este blog, fueron dictadas por el Rey Mono (Víctor Sampayo) como ponencia el 21 de febrero de 2008 en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
*Las cinco entregas de "La soledad de las lenguas", publicadas en este blog, fueron dictadas por el Rey Mono (Víctor Sampayo) como ponencia el 21 de febrero de 2008 en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
4 comentarios:
Pues esa manera de entender el arte me parece muy ajustada a lo que pienso (tal vez esté anacrónico %-) yo; en serio, me gusta, me parece acertadísima la frase.
Enhorabuena por la serie. ¡Y por haberla leído en vivo!
Un abrazo.
Mucha libertad en Benjamin.
En el sentido más romántico de la palabra libertad; por ejemplo cuando dice: [...] la naturaleza comenzaría a lamentarse, si se le fuese dado hablar. Libertad de hablar a través de la voz del poeta o del artista…
Pero Benjamin ciertamente no se equivocaba al afirmar que las transformaciones tecnológicas modificarían el estatuto del arte y su horizonte de posibilidades, así como tampoco al postular la puesta en crisis de la noción de «autenticidad».
El lenguaje nos emplea, o, como se dice: somos sus empleados —por más que hagamos el inútil intento de olvidarlo—. Sin embargo, en el lenguaje no existe la propiedad privada.
Paradójicamente, no existe.
Ha valido la pena esperar para leerlo todo. El tema del lenguaje me interesaba cuando estudiaba la filosofía de la mente...es interesante cambiar de perspectiva. Muchas gracias, Víctor!
Les agradezco a todos sus comentarios y el tiempo que han empleado para las lecturas. Seguiremos leyéndonos...
Un abrazo.
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