Se escapa el tiempo
y mis pies ya no caben en las huellas que ayer dejé.
Si abro los brazos para medir los días y las muertes,
las uñas se extienden como lunas húmedas,
sonrisas escarchadas
en las que a duras penas escurre el placer.
Se escapa el tiempo mientras estoy sentado,
mientras miro el deslucido color de las soledades,
registrando el sonido parpadeante de un agua reducida a gotas.
Mil reflejos sombríos me azuzan,
acarrean fatuas vanidades,
me esconden al fin de mí.
Se escapa el tiempo y estoy deseando la quietud,
un minuto fijo,
clavado como roca entre el fluir de los momentos imparables.
–Desaparecer.
El hastío contaminando el suelo con sus sombras:
plaga sórdida.
–Cenizo el amanecer.
5 comentarios:
La poesía es algo por mí muy deseado, pero a veces inasible. Hoy pude y comparto la situación metafísica primordial del sujeto poético que desea la quietud. Permanezco ahora repitiendo:
yo escondido en mí
el tiempo escondido en mí
Que sepas disculpar la intromisión.
Saludos.
Me quedo con estos versos señor simio: "Se escapa el tiempo y estoy deseando la quietud,
un minuto fijo,
clavado como roca entre el fluir de los momentos imparables..."
Gulp!
Rod.
Los versos, Rey, me transportaron al monte en invierno. Soy el primero en despertar. Encuentro las brasas de la noche y la luz baja de la mañana que envuelve la vegetación seca. Aún sin reflejos que me escondan de mí.
La quietud...esa misma que tantas veces nos ahoga, y que otras solo la pedimos.
Saludos! :D
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Un saludo. Javier
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