La fatiga apenas deja tiempo
tras diversos cristales
mis dedos tardos se entierran
en el fluido oscuro de tu pelo,
como tanteando un río que corre hacia la noche;
me reciben tus labios de veneno, tus senos,
y me asfixio dulcemente al inhalarte.
Y entonces enloquezco: te cubro de aliento,
te muerdo, te oprimo, te agobio,
te obligo a mirar tu angustia
en las aguas no siempre límpidas de los espejos.
Y después quedamos tendidos,
enredados de cualquier forma,
como marionetas abandonadas en la oscuridad
de un viejo teatro,
hasta que la luz transparente fractura
la glacial monotonía del reloj:
la hora de arrojar los pasos hacia el polvo del camino.
4 comentarios:
Con esta clase de textos es muy fácil que me deje sin palabras amifgo simio. Solo puedo degustar los sonidos y las imágenes como si fuera un vinito rojo y denso.
He sido transportado al espacio del poema, ya desde el mismo título. En I, la ensoñación de la barca-pregunta resulta compleja, pero bella. Me refiero más que nada a los versos:
y muestran sus rostros verdaderos, pétreos,
sus andares vacilantes sobre piedras desiertas.
En II, pienso que «de los espejos» y «del reloj» recargan el poema. Se me ocurrió oír los versos nuevamente sin esas piezas, y, tal vez, subir «la hora» al penúltimo verso.
Traslucido en esa luz de tarde, la imagen de las marionetas angostandose y a lo lejos el camino. Una tarde angustiosa, querido Rey.
Un saludo
Imágenes dibujadas con cierta desazón. Un punto decadente, algo caliente y profundo que se instala en la retina destilando unos sentimientos arraigados y sutiles.
Es lo que me sugiere... o sugieres.
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