Lo primero que salta a la vista cuando se contempla una buharza, es su gesto de implacable solemnidad, como si cualquier acontecimiento, por anodino que sea, pudiera engendrarle horror y repugnancia infinitos. Eso, aunado a su figura de ave melancólica, ha hecho que, o se le tema y se le señale con el dedo como al Terrible Heraldo de las Calamidades, o se le eche a escobazos cuando se posa en las ramas bajas de árboles cercanos a las viviendas de los hombres, o incluso se les llegue a confundir con espíritus incitadores a la sumisión y el desamparo. Suelen tener las garras afiladas y las plumas carcomidas por diversos insectos, si bien es cierto que las lucen con dignidad aristocrática, con lo que a veces dan la impresión de ser grandes señoras venidas a menos.
En su cotidiana interacción con otros animales, las buharzas siempre sospechan que todos a su alrededor chapalean en los pantanos de la pereza, con lo que no dudan en graznarles severos sermones llenos de moralidad y buenas maneras con ese timbre fúnebre que las caracteriza, mientras que, para sorpresa de no pocos estudiosos, consienten e instigan los más ínfimos caprichos de los colosales grosopótamos, esas increíbles bestias consagradas a la abulia, dando pie con ello a incontables y escalofriantes leyendas acerca de sus amores contra natura.
Y contrastando con esto último, se cree que debido al deprimente espectáculo de sus ritos de apareamiento con miembros de su propia raza, las buharzas están condenadas a una lenta e inexpugnable extinción, con lo que diversas instituciones asumieron la tarea de recolectar ejemplares para analizar sus claves genéticas y asegurar su futuro en esta tierra; pero los recientes datos acerca de una extraña epidemia de tristeza, cuyos focos principales han sido ubicados en dichas instituciones por los expertos, han puesto en duda la posibilidad real de su subsistencia.
En su cotidiana interacción con otros animales, las buharzas siempre sospechan que todos a su alrededor chapalean en los pantanos de la pereza, con lo que no dudan en graznarles severos sermones llenos de moralidad y buenas maneras con ese timbre fúnebre que las caracteriza, mientras que, para sorpresa de no pocos estudiosos, consienten e instigan los más ínfimos caprichos de los colosales grosopótamos, esas increíbles bestias consagradas a la abulia, dando pie con ello a incontables y escalofriantes leyendas acerca de sus amores contra natura.
Y contrastando con esto último, se cree que debido al deprimente espectáculo de sus ritos de apareamiento con miembros de su propia raza, las buharzas están condenadas a una lenta e inexpugnable extinción, con lo que diversas instituciones asumieron la tarea de recolectar ejemplares para analizar sus claves genéticas y asegurar su futuro en esta tierra; pero los recientes datos acerca de una extraña epidemia de tristeza, cuyos focos principales han sido ubicados en dichas instituciones por los expertos, han puesto en duda la posibilidad real de su subsistencia.
4 comentarios:
Hola, ¿está el Rey?
Ah, disculpe señor, yo solamente quería pedir que alguien anunciara la descarga gratuita del PDF
de «Investigaciones en masa», dado que los felices cuentos del Rey fueron dados incondicionalmente al olvido a partir del primer minuto del 15 de abril.
Y observe también Usted que el enlace ocupó el lugar más destacado de todo aquel lugar, la columna derecha, y hasta el domingo 9 de mayo, día a partir del cual se inició el descuento para mi novela... y que, como Usted ya se habrá enterado, señor narrador, culmina el domingo 16 de mayo, inclusive.
Luego, podría Usted, señor narrador, o, tal vez usted, señora Buharza atender la solicitud que hago ahora pública en ausencia del Rey.
Sepa disculpar tanta solemnidad y que sigan todos Ustedes bien.
Muchas gracias.
Gustavo
Y así se hará según sus deseos, ínclito señor, tal como podrá apreciar antes de que limpie ambos cristales en sus anteojos...
La Buharza (casi nadie los sabe) era mascota de una de las damas de la corte de Luis XXX, aquella Republica heredera de las bacanales romanas y cuya propension (de la dama, no de la Republica) era el adulterio, misma que cometia con insospechado deleite y que luego de aquellos trances se dedicaba a arrepentirs en su recamara teniendo en su regazo a la Buharza que dicho sea de paso, disfrutaba (en la medida de que un ave como estas puede disfrutar) de garua de moralidad de la dichosa dama (cuyo bello nombre me reservo).
Veo que has tenido ocasión de ver el vuelo de algunas, Gab.
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