viernes, 30 de mayo de 2014

El hermano de la muerte


Recién acabo de leer El palacio de los sueños de Ismaíl Kadaré. Libro en verdad inquietante. Y es que la idea de una oficina burocrática que recopila, como si fueran una suerte de impuestos, los sueños de todos los ciudadanos de un imperio, más allá de su carácter «absurdo» e inverosímil, muestra algo que suelen temer todos los poderosos, aún cuando nunca lo confiesen: el acceso directo al pensamiento más recóndito de la gente común y corriente, es decir, a relatos o puestas en escena carentes de materia y realidad, pero que, por eso mismo, están ligados a la esencia de las cosas, es decir, pese a «nunca haber sucedido» son latentes en todo momento, como una alegoría profética en la que los símbolos danzan tenebrosamente, sobre todo por la relación entre el sueño y la muerte, cuyos territorios son los mismos, como se dice en cierto momento: "¿Qué otra cosa esperas que surja de los territorios del sueño?, continuó el otro. Son prácticamente los mismos que los de la muerte". El hecho de que el protagonista sea miembro de una familia de rancio abolengo en Albania, sólo sirve para ilustrar la manera en que algo como un sueño y su respectiva interpretación podrían caer como una especie de manifestación del destino en la vida de una persona, ya sea para arrastrarla al abismo, o para elevarla a gélidas cumbres...


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