miércoles, 22 de abril de 2009

Te dejo una botella en el mar


Es muy ingenuo creer que llegarás aquí por azar o equivocación, eso lo sé. Pero ahí está una pequeña esperanza, echada a navegar como se hace con las botellas que se arrojan al mar, las cuales llevan en sus entrañas enigmáticos mensajes que sólo la persona adecuada sería capaz de comprender. Y es que desde aquellos pocos momentos en que compartimos unas cuantas frases, cuando las horas huían como aves asustadas, acaso sabedoras de que serían irrepetibles, hubiera querido mostrarte el fondo de mí mismo, desgarrar esta cáscara irreverente que utilizo para revolcarme en la realidad y dedicarme a investigar si ya nos habíamos encontrado en otro tiempo o en otro espacio. Porque siempre tuve esa sensación cuando me dejaba invadir por tu voz: la certeza de que esos encuentros (y también los posteriores, risibles, desencuentros) trazaban alguna palabra o imagen que no podríamos aprehender en ese instante, pero que, en otro tiempo, no sé si lejano o cercano, sería motivo de evocaciones placenteras y minuciosas. Notarás que me acomete un poco la melancolía, y es también porque el número que alcanzas se parece a la sustancia del año en que se enredaron los colores tan distintos de nuestras miradas, aquella tarde en la que te obsequié un laberinto a cambio del inesperado roce de tus labios en mi piel. O acaso mis recuerdos se han desfasado ligeramente y en realidad es el número que acabas de abandonar. No lo sé, cada vez recuerdo menos cosas de ti. Sólo permanecen algunos elementos que aún me acechan cuando me interno en el follaje de ciertos sueños. Por supuesto, no podría enumerarlos sin desbarrancarme en enojosos lugares comunes. En fin, seguramente y a pesar de mí mismo, seguiré desperdiciando cápsulas de tiempo en la creación de posibilidades estériles, en jugar al demiurgo con los torpes ingredientes que aún es capaz de suministrarme la memoria. Y así hasta saber si troverai veramente a l’uomo…

4 comentarios:

Xabo Martínez dijo...

el olvido es el candado que pone la memoria a los recuerdos que merman....
Gab

Gustavo López dijo...

Dos amigos conciben la idea de una cápsula del tiempo.
Se pasan discutiendo dos horas el texto del mensaje, hasta que resuelven lo siguiente: el contenido de un mensaje no importa, lo fundamental es el mensaje mismo, porque lo importante no es lo que dice, sino su facultad de revelar que había hombres dispuestos a escribir mensajes.
Aceptada la idea, uno escribe con una lapicera la palabra: MENSAJE.
Todo lo demás fue más o menos práctico. Cavaron un hoyo de casi dos metros. Introdujeron cuidadosamente la hoja por el pico de una botella. Pusieron un corcho. Lo lacraron. Dejaron caer la botella en el fondo del hoyo y lo cubrieron con la tierra.
Si esta noche llega a llover [...] mañana no va a quedar rastro de la tierra removidaY llovió [...]

Resumen de un relato de Juan José Saer.

La ninfa dijo...

Io tento scrivere in italiano:
Sei conosciuto come il re degli messagios.... Grazie! Mi è piaciuto il regalo (io ascolto voci)

Luviana Re dijo...

¡Qué texto más hermoso!