martes, 1 de septiembre de 2009

Presagio del fuego


A los cambios de viento se les mira siempre con recelo


Y con toda razón:

son heraldos de catástrofes mundanas

Los miedos se revuelven

llenos de miedo

y levantan el vuelo a la menor señal de movimiento


Y así tus pasos, mujer

fundados en inciertas esperanzas

impávidos

desdeñando la ostentación de las mareas

como si de insomnes zumbidos se tratara

y es que pasabas un pie tras otro

sobre apenas un hilito de luz


Eran tiempos sin nubes en los ojos


Apaciguados los contornos que rasguñan la mirada

era posible enumerar los senderos

que serpeaban bajo la palma de la mano

En tu boca jugaban las mariposas como sonrisas

sin necesidad de posarse en ninguna flor

Las ensoñaciones llovían en tu lecho de equilibrista

y por doquier brotaban anhelos relucientes

como barcos que atravesaran el cielo


Y entonces bastaba una palabra

magma que poco a poco se petrifica

y los días me mostraban

su eterno revés de telarañas


Un dibujo incoloro:

la mueca trágica de un falso deseo de distancia

las repugnantes soledades nocturnas

repetitivas como horas

dejando viscosas estelas en los caminos


¿Cuántas veces el lago se rompió en mil cielos?


La penumbra se miraba los pies

siempre con lentitud

como queriendo saborear los minutos

y escupir después el hueso con desdén

Y en el frío racional de aquel peñasco elegido

¿se veían rebotar los ecos moribundos?

¿Tenían memoria y sonrisa las sangrantes despedidas del sol?


El aliento, teñido de voz

elevó sus fervores

y entonces el aire azul se trocó en torpe canto

en desaliñada estridencia que roía

con irritante lentitud

los bloques últimos de tus palabras


¿Cuántas veces quise devorar tu sombra derramada en las calles?


Así atisbaba entre tus miradas perdidas

y buscaba reflejarme en las mismas ventanas

si bien remotamente

para no enredarme entre la música invisible

Quería encontrarte inesperadamente

como los pájaros encuentran la muerte en los cristales

Habría ensayado la sonrisa accidental

la farsa que todo lo calla y todo lo dice

con mis manos aleteando a lo largo de tu silueta

y la nariz hinchada en busca del verdor

La provocación de la risa fácil

cantarina y huera como el agua del vaso


Los minutos deambulaban en fila

con sus pequeñas sombras arrastrando por las aceras

¿Cómo hacen para no detenerse nunca?

¿Acaso existe una madriguera donde acumulen el tiempo

previniendo los inviernos difíciles?

Arrojé la mirada a la distancia

una piedra siempre seca por dentro

y se hundió a los pies de un día que coloreaba monedas en el suelo

Aún de espaldas leí sus signos

y fue como si escudriñara entre los cabellos del destino

porque las palabras se resistían y mostraban los dientes

acaso temerosas de su propio sentido


Entreví las futuras agonías

las jornadas de rojo vino en que recorreríamos los desiertos de la piel

Te vislumbré a ti, mujer

haciendo muda simetría de mis pasos

estirando cada tanto el mismo brazo

barriendo con los ojos el mismo papel…

4 comentarios:

Georgells dijo...

Alguien me explicó en una ocasión en que definir poesía era una tarea tan absurda como imposible.

De ordinario se parte de las rimas, se juega con las normas estilísticas y, más recientemente, se le cataloga como "textos libres de gramática".

Ninguna definición será satisfactoria, pero es impresionante reconocerla cuando se la topa uno de frente.

Gracias por compartirnos a su mujer, la que trae consigo los nubarrones para los ojos...

George.

Víctor Sampayo dijo...

Bueno, pues te agradezco el entusiasmo, querido George, aunque también creo que sería muy pretencioso de mi parte bautizar estas erráticas líneas con el nombre de "poesía"...

no descansamos en nada dijo...

Está Cien años de soledad contenido ahí adentro: el viento, los pasos de una mujer desnuda, la cama, el barco, las mariposas.
Y para mí tu mujer es Alejandra P., espiando por detrás de tu hombro estas líneas, con ese color fuego.

Saludos.

Gustavo López dijo...

Creo que salta a la vista el inicio:

A los cambios de viento se les mira siempre con recelo

Notable.

Por lo tanto, recomiendo abreviar el título. Solamente:

Presagio

Saludos y hasta las más hueras nimiedades.