martes, 27 de septiembre de 2011

Buen inicio

Son los últimos días de septiembre de 2011 y apenas ahora me topo con el mejor principio de novela en lo que va del año. Si algo comienza con una frase que me hace soltar una risotada indecente, digamos que, por ejemplo, en el vagón del metro, suele ser un muy buen augurio para una lectura. Y de hecho eso fue lo que me sucedió con el inicio En Nadar-dos-pájaros (At Swim-Two-Birds), de Flann O’Brien, que a continuación reproduzco:

«Tras haber colocado en mi boca pan suficiente para masticar tres minutos, deseché mis poderes de percepción sensorial y me retiré a la intimidad de mi mente, asumiendo mis ojos y mi rostro una expresión ausente y absorta. Reflexionaba sobre el tema de mis actividades literarias de los ratos de ocio. Que un libro tuviese un principio y un final era una cosa con la que yo no estaba de acuerdo. Un buen libro puede tener tres aperturas completamente distintas e interrelacionadas tan solo por la presencia del autor, o en realidad cien veces otro tanto de finales.»

Con un principio semejante uno no puede más que quedar enganchado. ¿Es un inicio en falso o la tesis central del libro? Aún no lo sé. Pero ya estoy presintiendo que esta novela será constantemente mencionada en entradas futuras de este espacio…

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