viernes, 22 de junio de 2012

Tlatelolco y la memoria


Gracias al asfixiante clima político que se vive en el país por estos días, y por supuesto, a mis constantes viajes por el metro de la ciudad de México, me he topado con algunas imágenes que los jóvenes del movimiento #YoSoy132 han colocado en diversos puntos con el fin de despertar la memoria reciente y la conciencia social de la población. Sin embargo, una de ellas me llamó la atención por ir más allá de lo que quizás pensaron ellos mismos: en varios vagones de la línea 3 del metro, que va de Ciudad Universitaria a Indios Verdes (o viceversa, dependiendo la perspectiva), hay una curiosa imagen sobrepuesta al conocidísimo icono de la Torre de Banobras, que representa a la estación “Tlatelolco”. Es un tanquecito militar, con dos cabezas de soldaditos manejándolo, y con el detalle de que las ruedas son al mismo tiempo unos aros olímpicos. La referencia simbólica es contundente, sí: la Matanza de Tlatelolco de 1968, uno de los peores abismos a los que fue capaz de llegar el autoritario gobierno del PRI en sus mejores épocas de poder. Pero también me hizo reflexionar sobre la notable vacuidad con la que se conoce, al menos en el metro, un lugar tan significativo como Tlatelolco.

Para empezar, junto con el Centro Histórico, es uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad de México, quizás incluso del país, si nos vamos a las raíces de la identidad mexicana: ahí existió una ciudad hermana y rival de Tenochtitlan. Tlatelolco fue sumamente próspera, contaba con el que quizás haya sido el mercado más grande del planeta en aquellos tiempos. Una vez que Cortés logró tomar Tenochtitlan durante la guerra de Conquista, en Tlatelolco se libraron las batallas de resistencia más sangrientas contra las huestes españolas y sus aliados tlaxcaltecas; incluso, a unos pasos de ahí, en lo que hoy es el barrio de Tepito, se rindió Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica. Ahí también se marginaron a los indígenas que sobrevivieron a la Conquista (el Centro quedó a completa disposición de los Españoles, que instalaron allí su gobierno y trazaron sus barrios en las cenizas de los anteriores); además, se instauró el Colegio de la Santa Cruz, en donde fray Bernardino de Sahagún, ayudado por innumerables indígenas, se dio a la exótica tarea de recuperar visos de la cultura de los perdedores de la guerra, sin lo cual los informes acerca de las costumbres y cosmovisión de la cultura nahua, se habrían perdido quizás para siempre; ahí también hubo una prisión que albergó, entre otros muchos, a personajes como Pancho Villa, que logró escapar y ser pieza clave durante la revolución mexicana. Por supuesto, está la propia matanza de 1968 o aquél episodio no menos dramático de la horrenda destrucción por el sismo de 1985. El caso es que al final de todo eso me quedó una comezón que transcribiría de la siguiente manera: ¿por qué, ante toda esa montaña de historia, se les ocurrió iconizar la Torre de Banobras, cuyos mayores méritos son quizás tener un carillón en la punta y tener la capacidad de resistir, al menos en teoría, un sismo de hasta 8.5 grados en la escala de Richter?

No sé, es sólo una pregunta.

1 comentario:

gaby dijo...

haha es curioso yo este domingo mientras abordaba el metro en la estacion zapata me llamo la atencion e incluso era aún mas descarado ya que la imagen mostraba la silueta de un cadáver y tras él un charco de sangre