Qué duro es despertar de un sueño agradable. Los últimos instantes suelen ser un tanto apresurados, como si todos los personajes o situaciones que soñamos supieran que se acerca el momento inexorable y terrible de abrir los ojos. Todo se resquebraja, la luz penetra en la mirada como una súbita inundación, los ruidos adquieren un protagonismo sólido, definitivo, y todo empieza a desvanecerse para, ¡ay!, quizás no volver jamás. En esos primeros y torpes momentos de la vigilia, aún podemos saborear las mejores escenas o aventuras del sueño, antes de que se vayan hundiendo lentamente en el plomizo lago de lo cotidiano. Y así comienza, una vez más, el tiempo de arrastrarse por una vida llena de "recompensas" materiales y anhelos insatisfechos...
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