sábado, 9 de abril de 2011

Los dolores enterrados se han vuelto flores




Seis años ya desde aquellos desgarradores minutos, cuando tu existencia goteaba hacia el mar enigmático, ese lugar lleno de preguntas imposibles de responder. Seis años exactos, incluso en el día y el calor que caía sobre la tierra. Hoy recuerdo que antes de que llegara ese momento intenté, en medio del desamparo, ponerme dentro de tu cuerpo, sentir tus dolores, ver las cosas como pensé que tú las viste, en particular después de que te dieran la noticia que habría de perseguirte día y noche, implacablemente, aunque por fortuna, no fuera por mucho tiempo. Estos fueron los torpes resultados:

Se han alineado las letras

Todo vuelve a empezar,
vuelve a nacer,
el tiempo, impávido,
apenas me dejará un lapso para terminar,
para tratar de irme bien.

Salí otra vez a la vida, al día,
y de inmediato me llovieron los ojos:
¿cómo puede ser todo tan nuevo
después del escozor de un puñado de palabras?

Se han alineado las letras de mi muerte...

Pero, ¿es por eso que los árboles…?
Los árboles,
¿se agitaron siempre así,
con ese escalofrío consternado,
ahogados y ocultos a la indolencia cotidiana?
¿Han sido siempre tan árboles?

Y el viento,
¿ha tenido esa voz de cristal y hielo
desde que jugaba con mis cabellos allá en la montaña?
¿Por qué las aves trinan y saltan con esa euforia?
¿Por qué me aturde el cielo con su color de calma,
con la membrana cobriza que le impregna el sol?

¿Acaso soy yo por fin quien mira y no ese vano fantasma,
cosido al pálido escenario de la existencia diaria?

Ya no soy quien fui.
Ya casi no soy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya casi no soy... Esa incertidumbre, ambiguedad, paradójicamente se parece mucho a cuando en realidad se siente que uno ES. No lo se, si ese parentezco sea tan parecido, en esos momentos de "certidumbre" a cuando se está en la orilla de la vida. Puede ser que sí, solamente matizado de forma diferente... puede ser.

Israel Castolo