miércoles, 15 de junio de 2011

Del amor


Suelo buscar explicaciones a los sueños que no me dejan en paz a través de símbolos que han estado con la humanidad desde sus inicios. Para ello ocupo el Diccionario de símbolos, de Juan Eduardo Cirlot. Y en esas andaba hace unos días, cuando de pronto, gracias a un súbito aironazo, perdí la página. Cayó en la 79, y ahí leí lo siguiente:

Amor

Los símbolos tradicionales del amor son siempre símbolos de un estado todavía escindido, pero en mutua compenetración de sus dos elementos antagonistas, cual el lingam de la India, el símbolo de Yang-Yin de China, la misma cruz formada por el poste vertical del eje del mundo y el travesaño horizontal de la manifestación, es decir, símbolos de conjunción, o bien expresan la meta final del amor verdadero: la destrucción del dualismo, de la separación, la convergencia en una combinación que, per se, origina el «centro» místico, el «medio invariable» de los filósofos del Extremo Oriente. La rosa, la flor de loto, el corazón, el punto irradiante son los símbolos más universales de ese centro escindido, que no es lugar, aunque se imagine como tal, sino un estado, precisamente producido, como decíamos, por la aniquilación de la separación. El mismo acto de amor, en lo biológico, expresa ese anhelo de morir en lo anhelado, de disolverse en lo disuelto. Según el Libro de Baruk, «El deseo amoroso y su satisfacción, tal es la clave del origen del mundo. Las desilusiones del amor y la venganza que las sigue, tal es el secreto de todo mal y del egoísmo que existe en la tierra. La historia entera es obra del amor. Los seres se buscan, se encuentran, se separan, se atormentan; finalmente, ante un dolor más agudo, se renuncia». Maya y Lilith, ilusión y serpiente.

Sobra decir que de inmediato busqué dicho párrafo en el Libro de Baruk que, aunque ya había tenido oportunidad de leerlo hace años, no recordaba nada semejante. No lo encontré. No al menos en el bíblico, y sinceramente no conozco otro. No sé si Cirlot cayó en el embrujo (poeta al fin) de crear un pequeño, incandescente texto, sin querer plasmar su firma, o si acaso era poseedor de alguna joyita llena de misteriosa sabiduría. Lo cierto es que el amor, descrito con la sencillez de unas cuantas líneas, de pronto alumbra como una estrella que aparece inesperadamente en el cielo...

2 comentarios:

no descansamos en nada dijo...

Según Epicúreo el mundo existe gracias a la discordia, que separó a los elementos y los hizo establecerse cada uno en su lugar. Si el amor reinara y los elementos se abrazaran unos a otros de nuevo, regresaría el caos.

Víctor Sampayo dijo...

Pues según yo, el caos nunca se ha ido, aunque no por eso reina el amor...